Seguro que alguna vez os habréis
propuesto arreglar el mundo en compañía de vuestros amigos apoyados en
la barra de un bar y con unos botellines entre vuestras manos. Es cierto
que arreglar lo que se dice arreglar, es algo complicado, pero la
compañía y ese rato riéndote con los tuyos es necesario para afrontar
con buena cara el día a día. Esta idea es la que ha querido recrear
Eduardo Aldán en el Teatro Compac Gran Vía acompañado por dos figuras
indispensables del humor actual en España: Dani Rovira y J.J. Vaquero.
Tómate unas cañas con ellos desde el
25 de abril hasta el 27 de mayo y disfruta de todas sus historias, pero
ten cuidado durante el espectáculo ya que la anfitriona Deborah Ombres
puede hacer que pase cualquier cosa durante el mismo.
“Para concebir la existencia del éxito hay que concebir la existencia del fracaso”
Intercalaste tus estudios
con tu trabajo como cuentacuentos ¿Qué recuerdas de aquella etapa en la
que te dirigías a los más pequeños?
Es cierto, mis comienzos fueron
peculiares (risas). Mientras hacía la carrera comencé a trabajar en una
empresa de animación infantil, hacía campamentos de verano, etc. Tengo
muy buen recuerdo de aquella época, el público infantil es el más
complicado, pero si la cosa te va bien, es el más agradecido. No cabe
duda de que el público infantil otra cosa no, pero sincero es a más no
poder.
¿Cuándo decidiste dar el paso y enfrentarte a un público adulto?
Lo cierto es que desde muy jovencito
contaba cuentos tanto a niños como a adultos. Estuve durante siete años
en Granada siendo cuentacuentos y de hecho considero no he dejado de
serlo, aunque esta vez en forma de monólogo. Realmente no tuve que dar
el paso, sino que a raíz de ir contando cuentos durante siete u ocho
meses, me fueron surgiendo distintas oportunidades. Algunos maestros o
profesores de instituto me propusieron que fuese a sus clases a
contarles cuentos a los alumnos en la Semana de la Cultura, o en la
Feria del Libro y así, poco a poco, llegué a alcanzar a todo tipo de
público.
¿Y la comedia? ¿Cómo surgió la idea de dedicarte a este mundo?
La comedia la he llevado dentro yo
creo que desde siempre. De pequeño era de los dos o tres raros que hacía
teatro en el instituto, mientras el resto jugaba al fútbol, baloncesto o
kárate (risas). Realmente a la comedia llegué cuando empecé a contar
cuentos, porque iba variando las historias, me las inventaba y las
añadía un punto cómico. Llegó un punto en el que el argumento de la
historia perdía interés a favor de las tonterías y la comicidad.
De aquí ya pasé al formato café-teatro,
con escenarios que ya no eran teterías, sino espacios me daban más pie
al “sinvergonzonerío”. En este momento contacté con Paramount Comedy y
empecé a limarme en el formato cómico puro y duro.
¿Qué te aportan la comedia o los monólogos que no te den los cuentos?
Los monólogos me han aportado una
carrera profesional. Antes con los monólogos te sacabas un dinerillo
pero no te daba para vivir, sin embargo a mí me ha dado lo que soy
realmente ahora. Esto no quiere decir que sea el formato que más me
gusta. Disfruto muchísimo haciendo teatro de improvisación, contando
cuentos, haciendo mi propio espectáculo en el Teatro Alcázar en el que
hay monólogos con un matiz más teatral. No lo puedo negar, en mi carrera
los monólogos han sido una pieza fundamental, los cinco o seis años que
he estado en Paramount Comedy y este último año y medio en el Club de
la Comedia han sido increíbles y tengo que estar muy agradecido.
Has trabajado en dos grandes
plataformas del humor en España. Comenzaste en el canal Paramount
Comedy y años después optaste por el Club de la Comedia, un programa que
ofrece un espectáculo más teatral. Cuéntanos tu experiencia en cada uno
de estos formatos televisivos.
Es curioso, porque ambos nacieron a
la vez más o menos, hace doce o trece años. Para mí, Paramount Comedy
fue una especie de “cantera”, era diferente, los monólogos eran casi de
media hora, la gente que participábamos éramos a priori gente anónima y
los textos eran totalmente nuestros. Sin embargo, el Club de la Comedia
comenzó con un formato en el que el monólogo era más corto, el programa
contaba con guionistas y los monólogos eran defendidos por actores.
También es cierto que el Club de la Comedia ha ido cambiando y ha sido
añadiendo cómicos y personas dedicadas especialmente al mundo del
monólogo, por lo que el peso del cómico es superior al del actor.
Para mi Paramount fue un gran
escaparate, luego ya las piruetas que tú hagas en el aire son ya cosa
tuya. Siempre estaré muy agradecido a ese canal, pero llega un momento
en el que tienes que salir. Al cabo de los años me ofrecieron trabajar
en el Club y no me lo pensé.
Dicen que nunca te has quedado en blanco encima de un escenario y la gente destaca tu capacidad de improvisación ¿Es cierto?
Sí, es verdad, nunca me he quedado
completamente en blanco, pero sí que he olvidado partes de un monólogo.
Lo que ocurre es que tengo tanta información en mi cabeza, tantas
pamplinas y tantas chorradas que no me puedo permitir el lujo de
quedarme en blanco, o por lo menos tengo que tratar de que el público no
lo note. Llega un momento en el que tienes tantas herramientas
teatrales y tanta información cómica en la cabeza que cualquier cosa
puede ser utilizada como recurso en un momento dado.
“Para mi Paramount fue un gran escaparate, luego ya las piruetas que tú hagas en el aire son ya cosa tuya”
En tu caso, ¿Dónde has adquirido esos recursos?
Mi escuela ha sido el escenario y el
único profesor que he tenido ha sido el público. El enfrentarme a ese
público todas las semanas y la cantidad de horas de escenario que llevo a
mis espaldas han sido el mejor método. Si algún día me sentara a contar
las horas de escenario que he hecho creo que me caería para atrás, me
atrevería a decir que llevo las horas equivalentes a un año o dos años
completos.
El cerebro no deja de ser un músculo,
con lo cual entrenas la rapidez, hay herramientas teatrales muy útiles
también, además de utilizar tu cuerpo, el espacio, la iluminación, son
muchos factores que ayudan en ese sentido.
A la hora de escribir monólogos no hay un patrón específico a seguir, cada cómico utiliza un método distinto ¿Cuál es el tuyo?
La verdad es que no soy de esos que
se levanta por la mañana y se sienta delante del ordenador a escribir lo
primero que se le ocurra en un Word vacío. Cuando uno es cómico, desde
que se levanta hasta que se acuesta la cabeza está funcionando y
cualquier ocurrencia se te ocurre en el lugar más inesperado. Un día lo
apuntas en un cuaderno, otro día en una servilleta, en el móvil, donde
sea. A mí por ejemplo el 90% de las cosas que se me ocurren me vienen a
la cabeza cuando estoy encima del escenario, porque es cuando el cerebro
está funcionando y está mucho más capacitado que por la mañana nada más
levantarte.
¿En alguna ocasión te ha pasado que la gente no se ría después de un monólogo? En ese caso, ¿cómo has reaccionado?
Sí que me ha ocurrido, sobre todo en
mis comienzos, cuando era más novato, cuando las condiciones de los
sitios en los que actuaba tampoco eran las idóneas. Por ejemplo vas a un
sitio en el que la gente entra gratis, el micrófono no funciona, la
gente está un poco a su bola, no hay una buena luz, ni un buen
escenario… Si sumas todo eso claro que la gente no se ríe. Realmente lo
único que puedes hacer es apretar el esfínter y tirar para adelante. En
ese momento también te tienes que plantear si eres tú el que has fallado
o si es el texto, el sitio, pero bueno yo siempre he dicho que para
concebir la existencia del éxito hay que concebir la existencia del
fracaso. Si crees en el diablo tienes que creer en Dios y viceversa. Yo
creo en el éxito porque he vivido el fracaso en primera persona y se que
tengo que fracasar muchas veces más si quiero alcanzar el éxito.
Llega a Gran Vía Arreglando el mundo. Tres amigos y unas cañas ¿Qué significa para ti este nuevo proyecto?
Aparte de la superproducción o del
hecho de estar en Gran Vía, a mí lo primero que me aporta es mucha
seguridad. He producido algún espectáculo pero mucho más pequeño que
este y valoro el poder llegar aquí y ver tanta gente trabajando sin
tener que preocuparme por nada. Otro detalle importante es el hecho de
compartir escenario con otros compañeros, porque son muchos años los que
llevamos solos, sacándonos las castañas del fuego y también apetece
estar acompañado. En este caso a Déborah Ombres no la conocía, pero era
fan de los espectáculos de Eduardo Aldán y llevo muchos años actuando
con Vaquero. Todo suma y era muy difícil decir que no.
¿Crees que la barra de un bar es un buen escenario para arreglar nuestros problemas?
Yo creo que sí y de hecho eso es lo
que queremos transmitir con esta obra. Si las grandes decisiones de la
Historia se hubieran tomado en sitios más distendidos como un Spa, el
banco de un parque o la barra de un bar hubieran sido más positivas. De
hecho creo que no hay absolutamente nadie al que no le guste pasar la
tarde en un bar tomándote un café o una cerveza con los amigos.
Personalmente he arreglado muchas cosas en mi vida en la barra de un bar
y creo que con una cerveza entre las manos las cosas se ven de otra
manera, es como un “sincerador”.
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