lunes, 7 de mayo de 2012

Tendencias - Humor en tiempos revueltos

Esta semana reunimos a tres grandes cómicos del momento, Dani Rovira, J.J. Vaquero y Eduardo Aldán para hablar de la relevancia social que su profesión adquiere en medio de la situación económica que atravesamos, del pesimismo y de la aparición de fenómenos como el que los expertos han denominado "desesperanza fundada".
'Arreglando el mundo', obra en cartel en el Teatro Compac Gran Vía de Madrid, es nuestra propuesta para comprobar durante un par de horas los beneficios de la risa. A pesar de la crisis, los espectadores piden comedia y llenan los teatros que ofrecen este género

ENTREVISTA

domingo, 6 de mayo de 2012

Entrevista a Dani Rovira: “Mi escuela ha sido el escenario y el único profesor que he tenido ha sido el público”

Seguro que alguna vez os habréis propuesto arreglar el mundo en compañía de vuestros amigos apoyados en la barra de un bar y con unos botellines entre vuestras manos. Es cierto que arreglar lo que se dice arreglar, es algo complicado, pero la compañía y ese rato riéndote con los tuyos es necesario para afrontar con buena cara el día a día. Esta idea es la que ha querido recrear Eduardo Aldán en el Teatro Compac Gran Vía acompañado por dos figuras indispensables del humor actual en España: Dani Rovira y J.J. Vaquero.
Tómate unas cañas con ellos desde el 25 de abril hasta el 27 de mayo y disfruta de todas sus historias, pero ten cuidado durante el espectáculo ya que la anfitriona Deborah Ombres puede hacer que pase cualquier cosa durante el mismo.
“Para concebir la existencia del éxito hay que concebir la existencia del fracaso”
Intercalaste tus estudios con tu trabajo como cuentacuentos ¿Qué recuerdas de aquella etapa en la que te dirigías a los más pequeños?
Es cierto, mis comienzos fueron peculiares (risas). Mientras hacía la carrera comencé a trabajar en una empresa de animación infantil, hacía campamentos de verano, etc. Tengo muy buen recuerdo de aquella época, el público infantil es el más complicado, pero si la cosa te va bien, es el más agradecido. No cabe duda de que el público infantil otra cosa no, pero sincero es a más no poder.
¿Cuándo decidiste dar el paso y enfrentarte a un público adulto?
Lo cierto es que desde muy jovencito contaba cuentos tanto a niños como a adultos. Estuve durante siete años en Granada siendo cuentacuentos y de hecho considero no he dejado de serlo, aunque esta vez en forma de monólogo. Realmente no tuve que dar el paso, sino que a raíz de ir contando cuentos durante siete u ocho meses, me fueron surgiendo distintas oportunidades. Algunos maestros o profesores de instituto me propusieron que fuese a sus clases a contarles cuentos a los alumnos en la Semana de la Cultura, o en la Feria del Libro y así, poco a poco, llegué a alcanzar a todo tipo de público.
¿Y la comedia? ¿Cómo surgió la idea de dedicarte a este mundo?
La comedia la he llevado dentro yo creo que desde siempre. De pequeño era de los dos o tres raros que hacía teatro en el instituto, mientras el resto jugaba al fútbol, baloncesto o kárate (risas). Realmente a la comedia llegué cuando empecé a contar cuentos, porque iba variando las historias, me las inventaba y las añadía un punto cómico. Llegó un punto en el que el argumento de la historia perdía interés a favor de las tonterías y la comicidad.
De aquí ya pasé al formato café-teatro, con escenarios que ya no eran teterías, sino espacios me daban más pie al “sinvergonzonerío”. En este momento contacté con Paramount Comedy y empecé a limarme en el formato cómico puro y duro.
¿Qué te aportan la comedia o los monólogos que no te den los cuentos?
Los monólogos me han aportado una carrera profesional. Antes con los monólogos te sacabas un dinerillo pero no te daba para vivir, sin embargo a mí me ha dado lo que soy realmente ahora. Esto no quiere decir que sea el formato que más me gusta. Disfruto muchísimo haciendo teatro de improvisación, contando cuentos, haciendo mi propio espectáculo en el Teatro Alcázar en el que hay monólogos con un matiz más teatral. No lo puedo negar, en mi carrera los monólogos han sido una pieza fundamental, los cinco o seis años que he estado en Paramount Comedy y este último año y medio en el Club de la Comedia han sido increíbles y tengo que estar muy agradecido.
Has trabajado en dos grandes plataformas del humor en España. Comenzaste en el canal Paramount Comedy y años después optaste por el Club de la Comedia, un programa que ofrece un espectáculo más teatral. Cuéntanos tu experiencia en cada uno de estos formatos televisivos.
Es curioso, porque ambos nacieron a la vez más o menos, hace doce o trece años. Para mí, Paramount Comedy fue una especie de “cantera”, era diferente, los monólogos eran casi de media hora, la gente que participábamos éramos a priori gente anónima y los textos eran totalmente nuestros. Sin embargo, el Club de la Comedia comenzó con un formato en el que el monólogo era más corto, el programa contaba con guionistas y los monólogos eran defendidos por actores. También es cierto que el Club de la Comedia ha ido cambiando y ha sido añadiendo cómicos y personas dedicadas especialmente al mundo del monólogo, por lo que el peso del cómico es superior al del actor.
Para mi Paramount fue un gran escaparate, luego ya las piruetas que tú hagas en el aire son ya cosa tuya. Siempre estaré muy agradecido a ese canal, pero llega un momento en el que tienes que salir. Al cabo de los años me ofrecieron trabajar en el Club y no me lo pensé.
Dicen que nunca te has quedado en blanco encima de un escenario y la gente destaca tu capacidad de improvisación ¿Es cierto?
Sí, es verdad, nunca me he quedado completamente en blanco, pero sí que he olvidado partes de un monólogo. Lo que ocurre es que tengo tanta información en mi cabeza, tantas pamplinas y tantas chorradas que no me puedo permitir el lujo de quedarme en blanco, o por lo menos tengo que tratar de que el público no lo note. Llega un momento en el que tienes tantas herramientas teatrales y tanta información cómica en la cabeza que cualquier cosa puede ser utilizada como recurso en un momento dado.
“Para mi Paramount fue un gran escaparate, luego ya las piruetas que tú hagas en el aire son ya cosa tuya”
En tu caso, ¿Dónde has adquirido esos recursos?
Mi escuela ha sido el escenario y el único profesor que he tenido ha sido el público. El enfrentarme a ese público todas las semanas y la cantidad de horas de escenario que llevo a mis espaldas han sido el mejor método. Si algún día me sentara a contar las horas de escenario que he hecho creo que me caería para atrás, me atrevería a decir que llevo las horas equivalentes a un año o dos años completos.
El cerebro no deja de ser un músculo, con lo cual entrenas la rapidez, hay herramientas teatrales muy útiles también, además de utilizar tu cuerpo, el espacio, la iluminación, son muchos factores que ayudan en ese sentido.
A la hora de escribir monólogos no hay un patrón específico a seguir, cada cómico utiliza un método distinto ¿Cuál es el tuyo?
La verdad es que no soy de esos que se levanta por la mañana y se sienta delante del ordenador a escribir lo primero que se le ocurra en un Word vacío. Cuando uno es cómico, desde que se levanta hasta que se acuesta la cabeza está funcionando y cualquier ocurrencia se te ocurre en el lugar más inesperado. Un día lo apuntas en un cuaderno, otro día en una servilleta, en el móvil, donde sea. A mí por ejemplo el 90% de las cosas que se me ocurren me vienen a la cabeza cuando estoy encima del escenario, porque es cuando el cerebro está funcionando y está mucho más capacitado que por la mañana nada más levantarte.
¿En alguna ocasión te ha pasado que la gente no se ría después de un monólogo? En ese caso, ¿cómo has reaccionado?
Sí que me ha ocurrido, sobre todo en mis comienzos, cuando era más novato, cuando las condiciones de los sitios en los que actuaba tampoco eran las idóneas. Por ejemplo vas a un sitio en el que la gente entra gratis, el micrófono no funciona, la gente está un poco a su bola, no hay una buena luz, ni un buen escenario… Si sumas todo eso claro que la gente no se ríe. Realmente lo único que puedes hacer es apretar el esfínter y tirar para adelante. En ese momento también te tienes que plantear si eres tú el que has fallado o si es el texto, el sitio, pero bueno yo siempre he dicho que para concebir la existencia del éxito hay que concebir la existencia del fracaso. Si crees en el diablo tienes que creer en Dios y viceversa. Yo creo en el éxito porque he vivido el fracaso en primera persona y se que tengo que fracasar muchas veces más si quiero alcanzar el éxito.
Llega a Gran Vía Arreglando el mundo. Tres amigos y unas cañas ¿Qué significa para ti este nuevo proyecto?
Aparte de la superproducción o del hecho de estar en Gran Vía, a mí lo primero que me aporta es mucha seguridad. He producido algún espectáculo pero mucho más pequeño que este y valoro el poder llegar aquí y ver tanta gente trabajando sin tener que preocuparme por nada. Otro detalle importante es el hecho de compartir escenario con otros compañeros, porque son muchos años los que llevamos solos, sacándonos las castañas del fuego y también apetece estar acompañado. En este caso a Déborah Ombres no la conocía, pero era fan de los espectáculos de Eduardo Aldán y llevo muchos años actuando con Vaquero. Todo suma y era muy difícil decir que no.
¿Crees que la barra de un bar es un buen escenario para arreglar nuestros problemas?
Yo creo que sí y de hecho eso es lo que queremos transmitir con esta obra. Si las grandes decisiones de la Historia se hubieran tomado en sitios más distendidos como un Spa, el banco de un parque o la barra de un bar hubieran sido más positivas. De hecho creo que no hay absolutamente nadie al que no le guste pasar la tarde en un bar tomándote un café o una cerveza con los amigos. Personalmente he arreglado muchas cosas en mi vida en la barra de un bar y creo que con una cerveza entre las manos las cosas se ven de otra manera, es como un “sincerador”.

Reportaje de Cristina Pedroche sobre "Arreglando el mundo"

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